domingo, 27 de junio de 2010

No hay que perder el momento

Hay momentos en los que siento
que mi corazón es una simple semilla
enterrada dentro de mis sueños,
latiendo fuerte, latiendo viva,
preparándose para desafiar a la tierra y los cielos.

Hay momentos en los que siento
que mi corazón es una pequeña gota
perdida en el mar de mi alma,
agitándose, cantando... y bailando al vaíven de las olas.
Puede ser pequeña, pero es parte de la alegría y la fuerza.

Hay momentos en los que siento
que mi corazón es un lamento escondido
que recorre la oscuridad suplicando,
cantándole a la luna una melodía de tristeza... y todos buscan su origen
y yo mismo estoy confundido y asustado porque su voz me persigue.

Hay momentos en los que siento
que mi corazón es una larga mirada
que recorre los campos incendiados de lado a lado
mirando las penas, el llanto y el dolor de la gente,
y no sé ¿Qué hago en esta humanidad? ¿A donde puedo ir? ¿A donde puedo huir?

Entonces, en el ciclo de la vida, donde todo vuelve:
la semilla se hace árbol, saluda al cielo y vuelve a la tierra,
la gota encantada duerme tranquila, viajando en su nube y vuelve al mar,
el lobo desde la montaña más alta, recita su canto a la luna y vuelve al bosque,
el ave llega al horizonte, se despide de las miradas tristes y regresa a algún nido
y piensa...

Y entonces mi corazón enterrado late
y también hay fuerza dentro de mi para vivir, para seguir o comenzar de nuevo.

Y en mis ojos, en mi labios y en mis manos
la respuesta se hace tan evidente:

No basta con existir un día. No basta con aprender un día.
No basta con sonreír un día. No basta con compartir un día.

Porque se existe toda la vida. Porque se aprende toda la vida.
¿Por qué no sonreír toda la vida? ¿Por qué no compartir toda la vida?

Si es el equilibrio verdadero,
la verdadera libertad que yo conosco.



¿Que les hace falta?
Me pregunto
¿Por donde andan que no encuentran su respuesta?