sábado, 14 de noviembre de 2009

Salvación Parte 4

Sábado 07 ¡Tormenta del destino!

Por fin he llegado (y pude estirar las piernas después de tres días viajando). No puedo decir que es un día hermoso, tengo miedo y esta ciudad es tan grande. No sé adonde ir, sólo tengo esta dirección…

Fue un día papá se había ido a trabajar temprano y faltó dinero para comprar detergente, entré a su cuarto y al jalar el cajón de la mesita de noche, cayeron 5 cartas al suelo por un agujero que las polillas habían tardado años en hacer, 5 cartas ocultas que nunca me había mostrado y que tenía escondidas ahí sin pensar en los demás, 5 cartas que, desde ese día, destruyeron toda la historia: eran de mamá.

“…Estar lejos de mi hija es el precio que debo pagar por ser libre de ti ¿verdad? Eso no te lo voy a perdonar, me voy porque necesito empezar una nueva vida pero te juro que volveré por ella. Voy a trabajar y cuando pueda volveré por ella y sólo por eso volveré a verte algún día…”

“…Hola hija, espero que tu papá te entregué esta carta o que de algún modo llegué hasta ti, estos han sido meses muy difíciles para mi, no sabes lo complicado que es estar en la capital y no conocer a nadie… y volveré un día, feliz cumpleaños amor, perdóname por no estar a tu lado…”

“…y el médico ha dicho que si puedo curarme pero tengo que seguir un tratamiento…y tú ¿Cómo estás hija? ¿Cómo va el colegio?… ¿Ya tienes 9 años verdad? ¡Debes estar muy grande!… Te envío algunas fotos y disculpa que nunca ponga mi dirección pero no quiero que tu papá me encuentre… te prometo que volveré…”

“…tuve miedo pero parece todo salió bien, así que estoy juntando dinero otra vez…estoy contando los días para ir, no ha sido fácil pero aquí hay mucha gente dispuesta a ayudar y trabajando duro lo he logrado ¡Tengo mi negocito y voy pa ‘delante!…”

“…discúlpame por no ir pero no me esperaba esta recaída, no sé que voy a hacer, ya se acabo el dinero y tengo un poco de miedo, no te preocupes, no digo que estoy asustada, confío en que voy a salir de esta pero no me gusta tener que postergar cada vez más nuestro encuentro…Ya tienes 12 años…perdóname por favor…nunca me imaginé todo esto, sólo salí huyendo con miedo, sin detenerme a pensar en ti y te dejé ahí…a veces quisiera retroceder el tiempo a ese momento, cuando te abracé, yo quería traerte pero ¿Qué hubiera hecho contigo? Si ni siquiera saber que iba a hacer conmigo…no sé si fue un error dejarte…y ahora estoy aquí, atrapada y extrañándote…”

No podía creerlo… No podía controlar mi llanto.

“Tú me mentiste o fui yo la que se mintió, sé que fue un error pero tú crees, por eso, que tienes derecho a destrozar mi vida y no voy a permitirlo. Por mi y el ejemplo que le quiero dar a mi hija me voy para empezar una nueva vida, me voy con todo el dolor de esta separación y la esperanza de un mañana mejor. Estar lejos de mi hija es el precio…”

“Nunca creí que podría odiar a alguien pero entiendo que esto también es mi culpa, me odio a mi misma por ser tan débil ante ti, por no haber hecho caso a los demás, por vivir esperando un cambio que debí realizar yo misma”

Me sentí completamente destruida frente a esas cartas, mi corazón estaba manchado con la ira y la rabia que había sentido contra ella y no podía ocultarlo ¿Cómo le pediría perdón ahora? ¿Dónde la encontraría? ¿Aún vivía?

Abracé las cartas a mi pecho y lloré sobre la cama culpándome por haberla odiado tanto sin siquiera saber lo que ella había vivido ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué me habían mentido así? ¿Por qué me odiaban tanto?

-¿Por que? ¿Por que?- le grité a papá cuando llegó -¡Eres un maldito! ¡Eres una basura!- mientras él permanecía tranquilo frente a mí con la misma mirada indiferente de siempre.

-¡Di algo! ¿Por qué me mentiste? ¿Por qué me separaste de mamá? ¿Por qué nos hiciste esto? ¡Contestame! ¿Por qué siempre me has odiado?-le grité, tirándole las cartas a la cara -¡Mira, mira lo que encontré! ¡Ella si me quería! ¿Por qué me hiciste vivir esta mentira? ¿Por qué nos ocultaste esto? ¿Por que? ¿Por que? ¡Di algo maldita sea!

-¡Cállate! – Gritó derribándome de una cachetada -¡Cállate! ¿Qué eres tú para reclamarme algo? ¿Qué eres? – Dijo mientras se agachaba a mirarme con un gesto de burla – Tú sólo eres una mujer, eres nada ¿sabes? , tu madre se fue porque era una engreída, una estúpida que creía que podía ganarse el cielo ¡Yo también me decepcioné de ella! ¿Crees que me quedé feliz con el paquete que me dejó? ¿No te has dado cuenta verdad? Qué estúpida eres ¿Ves que tú nos arruinaste la vida? Si tú no hubieras existido ¡Ni ella, ni yo hubiéramos pasado por esto! yo sólo quería un hijo varón, sólo eso.

Se levantó y mientras se alejaba contuve mis puños contra el suelo, mordí mi dolor y me lo tragué entre lágrimas porque yo sólo quería saber algo.

-¿Sabes donde está mamá verdad? - él volteó y coronó su rostro con una sonrisa.

-¿Por qué te lo diría?-

- Quiero irme con ella, ya no quiero causarte más problema, lo mejor es que me vaya con ella, por favor-

-¿Así que quieres irte con ella?- dijo, sonriendo aún más, mirándome diferente mientras venía hacia mi– Me parece bien, pero a cambio de eso quiero que me permitas darte todo el amor que jamás te he dado-

-¿Ahhh?-

Se acercó y me abrazó tan tiernamente como nunca lo había hecho, me refugió entre sus brazos y sentí como si se estuviera despidiendo de mí, como si en algún momento de nuestra vida, de verdad, me hubiera querido, como si le doliera alejarse ahora que yo sabía la verdad. Sentí que me amaba pero luego sus intenciones se revelaron completamente.

-Hija,- dijo abrazándome más fuerte- déjame amarte como nunca nadie va a hacerlo.

No puedo describir lo que sentí en ese momento, fue un miedo que cayó dentro de mí como una montaña de hielo, mi mente se desconectó del cuerpo, mi razón se perdió, mi entendimiento se nubló, me quedé inmóvil mientras él empezaba a besarme la frente. Toda mi rabia, mi rencor y mi furia habían sido aplastadas por ese miedo, mi conciencia estaba escondida y temerosa en algún lugar mientras él acariciaba mis brazos y sus labios se acercaban por mi rostro buscando los míos. Me sentí atrapada, acorralada e indefensa como un ave agonizante frente a una serpiente.

-Déjame quererte y enseñarte esta noche el verdadero amor para que nunca me olvides-

-¿Papá?- le pregunté llena de terror mientras una lágrima se escapaba de mis ojos buscando la libertad que se había perdido en algún lugar del pasado- ¿papá?- volví a preguntar, intentando recuperar a la persona que nunca hizo algo bueno por mi, pero que tampoco me dañaba tanto, rogándole a Dios que me devuelva a ese señor al que yo le escondía regalos en el día del padre, a esa persona capaz de detenerse ante mi y lastimarme lo menos posible, porque aún así… yo lo quería… él era mi padre.

-No te preocupes hijita, todo está bien, todo está muy bien-

Y cada movimiento, cada contacto, cada roce de sus labios y de sus manos se marcaba como fuego sobre mi piel, como una huella de horror sobre mi alma, como una mancha oscura que estaba creciendo sobre mí sin saber como detenerla. Por favor, había una voz interior dentro de mí gritando desesperadamente, un terremoto de emociones que no podía controlar, pero mis labios no se movían y poco a poco esa voluntad de intentar salvarme fue cayendo hacia la oscuridad.

-Ven, vamos al cuarto- dijo mientras me hacía avanzar y cada paso iba devolviéndome la fuerza y la conciencia que había perdido hasta llegar a la puerta.

-No- susurré sin pensar, como un acto instintivo, un intento de supervivencia.

-No- repetí mirándole a los ojos mientras empezaba a agitarse mi respiración y mi corazón se llenaba nuevamente con la luz de la voluntad.

-¡Noooo!- grité empujándolo con todas mis fuerzas, liberando toda mi rabia y mi llanto. Cogí un portarretratos y se lo arrojé al rostro.

-¡Estúpida!- me respondió entre risas, caminando hacia mí, derribando todo lo que encontraba a su paso mientras yo buscaba una forma de escapar.

-Papá cálmate por favor, razona las cosas- supliqué alejándome.

-¡Di lo que quieras! ¡Intenta cuanto puedas! ¡Esta noche yo ya la decidí! ¡Yo soy el cazador! ¡Tú eres mi presa!– gritó abalanzándose sobre mi otra vez.

-Por favor papá- supliqué nuevamente– ¡No hagas esto! – y tropecé cayendo al lado de la mesa mientras él se colocaba sobre mi cogiéndome de los brazos. Me miró y sonrió.

-Si no te quedas quietecita voy a tener que lastimarte, será mejor que hagas esto por las buenas ¿O quieres terminar sangrando? Dime amor- preguntó suavemente antes de gritar-¿Quieres terminar sangrando?

-No- le respondí moviendo la cabeza mientras me soltaba.

-Entonces vamos a divertirnos sin problemas- dijo mientras abría los botones de mi blusa y comenzaba a acariciarme.

No había forma de detenerlo, yo quería quitar sus manos con las mías pero no tenía fuerza suficiente y él estaba prácticamente sentado sobre mi, desnudándome, tocándome, manchándome mientras yo deseaba que todo fuera una pesadilla, una horrible pesadilla de la que despertaría en cualquier momento.

-¿En que estás pensando?- gritó dándome una cachetada y acercó su rostro al mío -¡Mírame cuando te hablo! Quiero que me mires ¿entendido?

Ya no sabía que hacer, lo miré y detrás de él estaba la última esperanza, al borde la mesa, sobre el mantel estaba el florero de mi abuela, sólo tenía que distraerlo un poco, sólo un poco más.

-Está bien papá, tú ganas- respondí, mientras él volvía a entretenerse con mi cuerpo.

Cogí el mantel y lo jalé calculando su cabeza, pero al ceder, el jarrón se volteó y giró sobre el borde cayendo y destrozándose a un lado de mí. Él se detuvo, se levantó, me miró y se abalanzó sobre mi cuello apretándolo con todas sus fuerzas.

-¡Maldita sea! ¿Cuántas veces vas a luchar? ¿Por qué no te rindes de una maldita vez?- gritó lleno de furia mientras yo intentaba detenerlo con mis últimas fuerzas -¡Mierda! ¿Por qué no te rindes?

¿Por que? ¿Por que? Sonaban sus palabras y dentro de mí también, mientras perdía las fuerzas en intentar respirar, tratando de capturar algo de vida del ambiente, arañando a la suerte que me había dado la espalda, esquivando a la muerte porque yo quería vivir pero…

Estaba en el lugar donde todos me habían abandonado, desnuda frente a un hombre que intentaba violarme o matarme: mi padre y me pregunté en ese momento ¿Por qué vivir? ¿Para que? ¿Qué hay en el futuro para mí después de esto? Finalmente comprendí que estaba sola, una vez más, otra vez estaba sola y abandonada frente a un destino aterrador contra el que no podía luchar, era eso o la muerte… y yo decidí morir, huir, escapar, salir de cualquier forma y entendí en ese momento porque huiste mamá.

Ya no tenía más lágrimas para llorar, ya no tenía más fuerzas para luchar, ya no tenía más ganas de vivir y el único dolor que sentía era la impotencia de saber que no podría pedirle perdón a mamá. Me quedaría en ese momento para siempre, cogiendo las manos de mi asesino hasta cegar la luz de mis ojos y esperaría en algún lugar oscuro, nuevamente perdida hasta verte mamá, por favor encuéntrame y perdóname. Lo siento, no tuve tu fuerza.

Pero él se detuvo, su intención era otra.

-Suficiente -dijo cuando me vio rendida, sin más fuerzas –no quiero matarte, ni siquiera desmayarte, sólo quiero que estés tranquila, que no vuelvas a intentar otra estupidez y que estés consciente de lo todo lo que voy a hacerte para que lo disfrutes tanto como yo.

Recuperé la vida con un respiro profundo pero casi no podía moverme y sentía mi garganta toda destruida. Me cargó hasta su cuarto, me tiró sobre la cama y comenzó a desnudarse mientras yo intentaba cubrirme y enredarme entre las sábanas.

-Aquí está,- dijo burlonamente, mostrándome la billetera- aquí guardo la dirección de tu madre en la capital –la tiró al suelo y terminó diciendo- Mañana temprano, cuando te levantes, puedes irte a buscarla y quiero que le cuentes todo sobre esta noche, cuéntale con lujo de detalles todo lo que voy a hacerte. Seguro que le va a gustar escucharlo. Para eso y sólo para eso voy a dejar que te vayas, para que le cuentes.

Subió a la cama y al verme enredada entre las sábanas sonrió.

-¿Qué haces ahora? ¿Has envuelto mi regalito?- preguntó cariñosamente mientras me descubría entre besos y caricias que no podía rechazar. Era un hermoso juego para él, desnudarme lentamente con sus labios y revelar ante sus ojos mi intimidad sin saber que yo ocultaba en la mano derecha, escondida debajo de las sábanas, el alfiler de mi insignia.

-Déjame besar tus manos- dijo y lo clavé en su rostro con todas las pocas fuerzas que aún sobrevivían dentro de mí. Salí corriendo y tropezando del cuarto mientras su grito llenaba toda la casa e intenté llegar a la cocina cuando me alcanzó y me abrazó bruscamente por atrás. No hubo tiempo de nada, escuché el ruido de un golpe y sentí mientras él iba perdía fuerza hasta caer al suelo. Me quedé inmóvil, llena de pánico, sin saber como reaccionar, sin saber si todo había terminado, sin intentar voltear para ver lo que había sucedido hasta que alguien apareció.

-¡Reacciona, reacciona!- decía una voz, intentando hacerme volver a la realidad, alguien me estaba llamando desde la realidad y yo…

-¿mamá?- pregunté sin saber… era un deseo desde lo más hondo de mi alma, quería un milagro… pero me di cuenta que era un hombre que preguntaba algo mirando a mis ojos, tomó mis hombros e intentó abrazarme. Reaccioné.

-¡Maldito!- grité apartándolo de mí, corrí cayéndome hacia la cocina y empecé a rebuscar entre los cajones botando todas las cosas al suelo mientras la desesperación iba oscureciendo mi mente. Él entró, se detuvo en la puerta y levantó las manos.

-¡No te me acerques! ¡No te me acerques!- le grité inmediatamente mirando fijamente sus ojos -¡No te acerques o te mato! ¡Te mato!

En ese momento mi mente se aclaró un poco más, uno a uno los recuerdos llenaron otra vez mi mente como un diluvio de dolor, me di cuenta que estaba casi desnuda ante él y sujetaba un brillante cuchillo que temblaba entre mis manos. Había desordenado todas las cosas de la cocina y las ollas de comida estaban por el suelo.

-Tranquila, ya pasó todo, por favor confía en mí, suelta ese cuchillo- dijo él.

Era Aleks, era él. No podía creer que me había visto así, no sabía como contener la vergüenza, no podía detener el tiempo, no podía hacer nada. Retrocedí temerosa, ocultándome de su mirada, tanteando mis pasos hacia atrás sin dejar de mirarlo, intentando cubrirme de algún modo porque tenía el alma y el cuerpo desnudos, quería abrazarme a mi misma pero también tenía miedo del cuchillo ¡Y no iba a soltarlo! ¡No! ¡Nunca! Sólo podía quedarme así, esperando un milagro nuevamente, uno que seguiría esperando para siempre aún sabiendo que nunca sería realidad y pensé…

¿Para que vivir así? ¿Cuál es mi destino? ¿Así es la vida? ¿Por qué llevo esta cruz? ¿Por qué es tan grande? ¿En quien puedo confiar ahora? ¿Quién entiende lo que he vivido? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice? ¿Por qué me han lastimado tanto? ¿Por qué no puedo tener lo mismo que los demás? ¿Por qué debo sufrir tanto? ¿No entiende Dios que ya estoy cansada de esta vida? ¿Por qué tanto dolor para mi? ¿Qué mal he hecho? ¿Por qué se fueron? ¿Por qué nadie piensa en lo que siento? ¿Por qué no se detienen a pensar en mi dolor? ¡Yo no quería compasión! ¡Yo sólo quería vivir! ¡Yo quería ser feliz! ¿Qué hay de malo en ese deseo? ¿Por qué las estrellas se olvidaron de mis deseos? ¿Por qué? ¿Por qué? Dios ¿Tú también me olvidaste? ¿Por qué todos siguieron a mamá en su camino?

-¡Perdóname!- me suplique dirigiendo el cuchillo hacia mí y sonreí- sólo quiero descansar un poco de esta vida.

Entonces Karen apareció en la puerta, verla me calmó un poco pero no borré la sonrisa, avanzó temblando en silencio hasta mí y puso sus manos sobre las mías.

-Por favor no lo hagas, no me dejes sola, no me abandones - suplicó entre lágrimas sin que yo pudiera responder algo y me vi a misma diciendo las palabras que le hubiera dicho a mamá para que no se vaya. Era yo de niña jalando el vestido de mamá para que no se vaya, estaba abrazando mi propia vida y en esos ojos estaban los míos nuevamente llenos de esperanza, aguardando una respuesta, mirando a la puerta. Karen había abierto una puerta para que yo vuelva, para que me de a mi misma ese abrazo que tanto había soñado. Era yo suplicándome por una nueva oportunidad de vivir, un nuevo intento… No podía abandonar a mi amiga como mamá lo había hecho conmigo… pero no podía borrar el pasado, mi alma estaba manchada de dolor, de asco, de vergüenza, de olvido y no había suficiente luz dentro de mí.

-¡Cállate!- le grite suplicando, sabiendo que no podía controlarme– ¡No quiero lastimarte! ¡No te me acerques! ¡Vete por favor!- mientras dirigía el cuchillo hacia ella amenazando.

Ella no podía contener su llanto, la esperanza brillaba en sus ojos como una estrella, dibujó una sonrisa entre lágrimas, suspiró y avanzó nuevamente contra mi destrozando entre sus pasos mi amenaza, desgarrando con el vacio de su silencio mis gritos, extendió los brazos acallando la furia que inundaba mi alma, iluminó con su esperanza el abismo donde había caído mi mente, silenció con su sonrisa la tempestad que arrastraba mi corazón y luchando contra los demonios que querían hacerme daño me contuvo entre sus brazos con todas las fuerzas que tenía cubriéndome, como un ángel salvador que me protegía de la destrucción debajo de sus alas.

Perdí el conocimiento pero aún recuerdo que miré el cuchillo manchado de sangre temblando sobre mis manos y vi en su reflejo brillante la imagen del rostro de Karen: Mi ángel, mi salvador, mi amiga.

0 comentarios:

Publicar un comentario