jueves, 30 de julio de 2009

Huida

Esa noche estaba destrozado, no podía creer lo que acababa de vivir, no estaba en casa, refugiado en la calle, víctima de todos ahí, sin rumbo, permanecí en la oscuridad intentando comprender con la impotencia de mi mente aun inocente las razones de la barbarie que había vivido y nadie, nadie se acercó a ayudar.

¡No voy a volver! ¡No voy a volver! me prometí a mi mismo tantas veces, no recuerdo haber llorado tanto como esa noche, nunca más, me abracé a mi mismo con tanta fuerza intentando encontrar ese amor que faltaba dentro de mi y creo que lo encontré porque la fuerza que me impulsó a salir de ahí aún mueve mis pasos, talvez aún tengo miedo y sigo huyendo pero estoy vivo y esa es una oportunidad para ser feliz, así que esta es mi historia.

Esa noche hacía la tarea con mamá, ya era algo tarde, debí quedarme dormido pero estaba atrasado y poniéndome al día se pasó el tiempo, papá llegó borracho, caminaba desorientado, sus ojos no sabían a donde mirar, apestaba horrible y estaba todo desarreglado, igual que el amigo que lo acompañaba. Se detuvo a mi costado mirándome como si fuera un desconocido, "hijito mió" dijo, me dio un beso en la frente y se fue al sillón a seguir tomando con su amigo.

-¡Mujer! -vociferó, mientras mamá le atendía inmediatamente- deja ese mocoso y ven con tu marido. Mamá se acercó y él con un gesto le pidió que se sentará en sus piernas, le dijo algo al oído, se notaba que ella tampoco soportaba su aliento pero no decía nada, se levantó y se fue hacía la cocina, no estaba contenta, ambos teníamos miedo. Quería seguir haciendo la tarea pero no podía y no me di cuenta que me había quedado mirándolos.

-¿Que me miras?- gritó, yo volteé hacia la mesa rápidamente- ese es mi hijo carajo, va a ser un machazo como su padre, le van a llover las mujeres, ay carajo que se cuiden las faldas ¿verdad hijo? - yo lo miré intentando una sonrisa, la respuesta que quería era obvia así que moví la cabeza afirmativamente y volví al cuaderno, no recuerdo que quería escribir pero ya no podía hacerlo, estaban hablando de mí, siempre hablaba de mi con sus amigos, que yo iba a ser como él, un machazo como ninguno y todos me admirarían y envidiarían, iría a muchas fiestas, tomaría incluso más que él, me amanecería y despertaría en la cama de la mujer de un amigo, siempre se reían de eso. Cuando me di cuenta había rayado el cuaderno con el lápiz, no se porque tuve tanto miedo de esa línea que se dibujó, intente borrarla pero me desesperé por hacerlo y terminé rompiendo la hoja. Estaba temblando frente al cuaderno, sólo quería ocultar mi error pero el miedo me estaba dominando, una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla, ya no había forma de ocultarlo, me eché sobre la mesa e intenté contener el llanto apretando los dientes y los puños, y lo conseguí.

-¿Que pasa hijo?- preguntó al darse cuenta, fingí un bostezo y sobándome los ojos respondí que tenía sueño, cerré el cuaderno y me dirigía a mi cuarto cuando habló.

-Hijo, ¿cuantos años tienes? ¿ocho verdad?- afirmé con la cabeza -pues ya eres todo un hombre hijo,- aún recuerdo su sonrisa de ese momento, aún no la puedo borrar.

-Acércate- ordenó mientras servía un vaso de cerveza hasta el tope, el liquido se agitaba al caer, golpeando desesperado y subiendo por las paredes como queriendo escapar, como el miedo dentro de mi. Recibí con ambas manos el vaso, sabía que no podía negarme y él esperaba atentamente: sus ojos fijos, sus manos quietas, su boca entreabierta, me observaba, yo era su espectáculo. Cerré los ojos, sentí ese olor e intenté beber un sorbo, ya tenía el vaso en los labios cuando me lo quitaron, era mamá, se tomó la cerveza de un sorbo, hizo un gesto de asco, sacudió el vaso y se lo devolvió. Comprendí que intentaba salvarme así que di media vuelta y quise ir a mi cuarto, pero él me llamó:

-Hijo, ven acá- volteé y era obvio, el estaba molesto sirviendo otro vaso mientras se ponía de pie, ella no sabía que decidir y el amigo dormía en el sillón como un perro de la calle.

-Hijo ven- repitió, no me moví y mamá no esperó, lo abrazó cariñosamente besándole en la mejilla, intentando detenerlo pero él siguió avanzando hasta mi y ofreció el vaso sonriendo nuevamente -vamos hijito tu puedes, coge el vaso.

-Amor por favor, déjalo que se vaya a dormir, tiene clases mañana ¿como va a ir?, además aquí nos va a molestar, mejor nos quedamos solos, amor por favor- suplicó mamá.

-Está bien, pero sólo uno, un vasito, por Dios, ya es todo un hombre y tiene que aprender de su padre pues ¿si no es ahora cuando? sino crecen y salen maricas o huevones y después nadie los respeta ¡y a mi hijo lo van a respetar carajo!
¿entiendes? vamos hijito coge el vaso, sólo este y te vas a dormir ¿si? tu puedes- suplicó posando el vaso sobre mis labios,
tenía que tomarlo, no había opción, fue asqueroso, obsceno, pero lo logré, no quería que se moleste con mamá y le pegue como siempre, así que tomé el vaso por mi cuenta y fui valiente porque lo levanté hasta terminar todo y me sentí feliz de haber salvado a mamá siquiera por esa noche. Tenía esa esperanza.

Entré a mi cuarto y me eché en la cama, me dolía la cabeza y sentía que me caía a pesar de estar recostado, bastaba un
segundo de calma para sentir que mi cuerpo iba hacia un abismo y me movía, me acomodaba buscando una posición, una situación en la que me sienta seguro pero no la encontraba, no podía salir de mi mismo. El líquido, la cerveza estaba dentro de mi, era yo el que estaba mal, no el mundo exterior y todo se removía como un temblor interminable que me rodeaba y me perseguía aún con los ojos cerrados, aún apretando los dientes, aún debajo de la almohada.

De pronto, unos gritos rompieron el silencio de la oscuridad, otra vez estaban discutiendo, mi sacrificio no había servido de nada ¡estúpidos! estúpidos, era obvio que su destino era destruirse, par de ciegos.

-¿Papá...? ¿mamá...? -le pregunté a la oscuridad que me rodeaba y los gritos se incrementaban tragando mis palabras, podía oír golpes, llanto, súplicas, tenía que hacer algo pero ¿como? me caí de la cama, estaba asustado, mis pasos se resbalaban, iba de un lado a otro, sabía donde estaba la puerta pero el camino recto se convirtió en un laberinto ante mis ojos, me apoyé en la pared y avancé por raciocinio, por desesperación, salí a la sala y estaba el amigo de mi papá sentado sirviéndose un trago.

-Esto pasa cuando las mujeres son unas zorras como tu madre- dijo cuando me vio y siguió tomando, yo estaba apoyado en la pared y avancé como pude agarrándome de lo que encontré en el camino hasta llegar a su cuarto.

La puerta estaba abierta. Me quedé detenido ahí. No pude reaccionar.

-¿Ya ves?- dijo el tipo del sillón entre risas- eso pasa cuando no se portan bien. Mamá ya no gritaba, no decía nada, no se
movía, no se defendía, pero él no se detenía, seguía golpeando su cuerpo, como un salvaje, como un animal, como una bestia sedienta de sangre frente a un saco de órganos sin vida. Una lágrima solitaria se deslizaba por mi mejilla.

-¿Mamá?- pregunté tímidamente temiendo lo peor, fue una voz leve, recuerdo que, creo que ni siquiera moví los labios, pero él me escucho y volteó, había algo en sus ojos que no había visto antes pero entendí que la siguiente victima era yo. Cogió una botella vacía y con toda su fuerza la lanzó hacia mí.

-¡No llores maricón!- gritó y la botella explotó en la esquina de la puerta.

Entonces hubo una voz, una última palabra, un deseo que no olvido, una orden que hasta hoy obedezco, la ley que ha marcado mi vida. Él se acercaba y mamá, desde el suelo, con sus últimas fuerzas gritó: ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!

Fue lo único que me hizo reaccionar. Cuando tu corazón está tan lleno de rabia, miedo, dolor y confusión a veces es mejor huir así que apreté mis puños, me di vuelta y salí corriendo como pude, corrí por la calle, corrí sin rumbo, sin esperanza, sabiendo que estaba perdido y que cada vez me perdía más pero no me detuve. Vi luces, gente, autos, líneas, postes, tiendas, veredas, pistas y su voz no se iba de mi mente ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! para siempre, lejos de todo esto, lejos de mi.

Corre a donde no sientas miedo, a donde te reciban con amor y te brinden esperanza. Corre, busca, encuéntrate a ti mismo, olvida y si vas a recordar lo malo, que sirva para enseñar a los demás a alejarse del sufrimiento…

Y así llegué hasta donde ustedes me encontraron esa mañana, sin fuerzas, con la cabeza y las piernas adoloridas. Aún estaba llorando.

Mamá, perdóname porque todavía estoy huyendo, me siento débil, soy un cobarde y tengo miedo de volver y enterarme que pasó. Tengo miedo y sé que por haber huido cada día estoy más lejos de ti y quisiera que pudieras leer esto para que sepas que de verdad estoy bien, que pude escapar y mi vida cambió… espero que lo sepas, que alguien te haga llegar este mensaje por favor.

Perdóname por no volver para saber de ti… te extraño ¿sabes? A veces me detengo en la calle y pienso volver y no sé, me quedo como en ese momento ante la puerta, el tiempo pasa simplemente, tu recuerdo permanece en mi mirada, escucho tus palabras… y una lágrima se desliza por mi mejilla… han sido tantas mamá, que no sé si este dolor tiene fin.

Entiendo que fue nuestra decisión que yo me alejara, sé que fue lo correcto ¿Qué habría pasado si no me movía? ¿Qué habría pasado si me quedaba? Me salvaste la noche que no pude salvarte y la libertad que me regalaste en esas palabras, te juro que la he llevado dignamente, no la desperdicié, la abracé a mi alma con todas mis fuerzas y voy a brindarla a otras personas.

Mamá, me liberaste del dolor y siento que aún me proteges. Gracias.

Espero que tú también hayas huido. ¡Corre mamá! Aunque nunca nos encontremos ¡Corre por favor! ¡No te quedes! ¡Vive!
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"A todos aquellos que huyeron y a los que se quedaron a luchar para que huyan otros. A todos, para que encuentren la fuerza necesaria para oponerse a los que dañan a quienes amamos"
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Luis Vara.
Korn – "Somebody Someone"
Mar de Copas - "Huida"
Dishwalla – "Mad Life"

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