viernes, 31 de julio de 2009

Wait me... la historia que no puedo contar

Esta es la historia que no quiero olvidar pero que no puedo contar

"Eres la bruja del mal más linda y tierna del espejo hablador
y has de saber que a tu conjuro respondo con una flor"

Ilusión, como podría olvidar ese nombre ¿de verdad te llamas así? Le pregunté, una dulce aprendiz de bruja, una torpe y divertida joven implicada en asuntos de la magia, incapaz de controlar sus propias habilidades pero dueña de la sonrisa triste más hermosa que he conocido en mi corta pero últimamente intensa vida.

Mi nombre es Lud -le dije -también soy aprendiz, investigación de habilidades ocultas, no te puedo decir más.

Era el día 24 del segundo mes del calendario lunar y había terminado la conferencia de magia, salimos rodeados de magos, hechiceros, brujas, almas, ángeles, centauros, medusas, grifos, pegasos, ogros, elfos, hobbitts y todo tipo de criaturas que nos hacían sentir que de alguna forma éramos los más débiles del lugar, los más simplemente humanos.

-Quiero escapar de aquí –me dijo.

-Vamos al mar -respondí –estamos cerca y sé como llegar.

Y así, recorrimos sin prisa las calles, plazas y parques mirando a los mimos danzar con sus movimientos elegantes, a la gente en los monociclos avanzando y retrocediendo sin ritmo, a los que llevan caras tristes como viejas máscaras sobre su rostro verdadero, a los vendedores y charlatanes, a los que ofrecen pinturas muertas de paisajes vivos, a los que venden libros que hablan sin voz y a los que juegan con grandes llamaradas de fuego. Era extraño, íbamos sin prisa pero queríamos llegar a ese destino que nos esperaba en el mar.

-¿Sabes levitar?- pregunté.

-Aún no he aprendido -

-¿Y como vas a bajar? -

-¿Adonde? -

-Al mar, estamos en un acantilado, debemos descender -

La visión del mar dominaba el horizonte como un camino hacia el infinito, caminábamos por el borde del precipicio mirándolo a lo lejos y parecía un gigantesco niño dormido, su respiración era lenta, tan tierna como si hubiera sido conquistado por la paz, el suave vaivén de las olas era lo más rítmico y triste del lugar después de su sonrisa.

Ilusión se quedo detenida por un momento… había un extraño ser con las manos en posición de rezo arrodillado en el borde de aquel abismo ¿Qué va a hacer este loco? Pregunté y de pronto aquel extraño abrió los brazos, dirigió su mirada hacia el cielo, sucedió un destello en su cuerpo y un par de grandes alas blancas adornadas de estrellas se desplegaron en su espalda, era un ángel que se lanzó hacia el cielo y se alzó por encima de la ciudad recorriendo el viento con una libertad y una fuerza increíble. Era un ángel y yo no lo había notado.

Ella lo contemplaba navegando por el cielo y en su mirada reposaba un deseo y una promesa, un anhelo tan nítido ante mis ojos.

-¿Quieres volar verdad? –pregunté.

-Aún no se levitar y a veces me tropiezo caminando- respondió con una sonrisa tímida

-¿Quieres volar? – insistí

-Si, y voy a aprender a hacerlo, el día que lo logre ¿saltarías conmigo al precipicio? – sonrío aún más, mirándome.

-Creo que no tengo más posibilidades que tú para convertirme en ángel pero talvez lo intentaría y sí, saltaría contigo, supongo que dominaré mejor la levitación pero si me pasa algo tú vas a devolverle el alma a mi cuerpo ¿sabes hacer eso verdad?

No recuerdo si le dije que se vería celestial con un par de alas de ángel adornando su belleza y su sonrisa. Talvez no, pero ese día fue la primera promesa, nos convertiríamos en ángeles aunque sea sólo una vez para recorrer el cielo y ser libres.

Seguíamos avanzando mientras contemplábamos el mar y encontramos una vieja escalera que yacía dormida sobre el suelo. Ilusión me entregó su bolsa y sus sandalias y descendió descalza mientras yo bajaba levitando poco a poco. Era un juego hermoso, como dos estrellas que se encuentran y comienzan a girar y a recorrer lentamente la oscuridad del universo. A mitad del camino encontramos un campo muerto lleno de palabras y frases escritas con piedras, había muchas promesas de amor, muchos nombres mirando hacia el cielo y le pedí que escribiera algo, lo que sea que ella desee y aunque no estuvo segura al inicio, ingresó y comenzó a juntar sus piedras, llevándolas de un lado a otro, acomodándolas, jugando… Desde ese momento yo la estaba cuidando… mientras ella jugaba con las piedras a dejarle un mensaje al cielo y al mar… mientras me conquistaba su ternura… Era un ángel y yo no lo había notado.

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